Redacción AP
Fueron las precursoras en nombrar a la
dictadura como tal, pese a las discrepancias, recelo y titubeos de algunos
sectores para que se tildara así al régimen de Daniel Ortega y de Rosario
Murillo.
“Fuimos las primeras en decir que este régimen
era una dictadura, en 2018 muchos no tildaron de locas, de exageradas y casi
hasta de mentirosas, pero no lograron callarnos, y fuimos demostrando con
hechos y acciones en nuestra contra, que efectivamente se trataba de una
dictadura” señala Ana Quirós, expulsada de Nicaragua por la dictadura Ortega
Murillo, hoy exiliada en Costa Rica.
Ana continúa explicando que algunas personas
decían “este régimen no ha asesinado a nadie, y la Dora (Téllez) muy sabiamente
dijo en ese momento, no han asesinado a nadie porque no lo han necesitado,
pero cuando tengan la oportunidad, lo van a hace, y lo hemos visto, no han
tenido empacho en asesinar y lo siguen haciendo de forma velada”.
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Movilización por la despenalización del aborto terapéutico en el 2006 |
Las feministas provienen de un movimiento que
tiene en su raíz la movilización, plantear demandas y denunciar mediante
movilizaciones, asegura Ligia Torres, activista feminista
en una zona rural de Nicaragua. “Éramos el único movimiento que se movilizaba y
denunciaba a este gobierno. Cada vez estábamos más conscientes que se avecinaba
algo peor porque las cosas se cerraban más”.
La joven Magaly
Castillo, también exiliada por las amenazas en su contra, asevera que el
movimiento feminista es amplio, diverso y durante años ha estado construyendo
formas de acompañar a las mujeres y a la sociedad nicaragüense, y resistiendo
las diferentes etapas de represión que ha habido en el país.
Por su parte, María Teresa Blandón, líder
feminista, agrega que feministas jóvenes y adultas tenían un debate de cómo
enfrentar al gobierno del Frente Sandinista, sabían claramente que no era afín
a los derechos de las mujeres. “Era un partido que había participado activa y
de forma determinante en la penalización del aborto en el año 2007, también se
opuso a las leyes que penalizaban la violencia machista contra las mujeres,
tenía un discurso falso sobre la equidad de género y la participación de las
mujeres; se oponían y se oponen todavía, a ámbitos vitales para la vida de las
mujeres como los derechos sexuales y los derechos reproductivos” señala.
Al FSLN no le interesaron las demandas de las
mujeres, como las de las rurales en materia de acceso a la tierra. “No era un
gobierno receptivo a las demandas de las mujeres o proclive a promover la
equidad de género” precisa.
A su retorno al poder, 2006, agrega Blandón, el
FSLN pronto se perfiló como gobierno autoritario, fue gradualmente excluyendo a
la sociedad civil, movimientos sociales, organizaciones no gubernamentales, del
debate público. “Fue construyendo un
modelo déspota, excluyente y con un claro perfil neoliberal, aunque con la
retórica de gobierno socialista, para los pobres, pero era evidente que sus
políticas económicas benefician a los más ricos. Su sistema económico fue más
allá de los que le precedieron, quienes calificaba como gobiernos neoliberales”.
Esas evidencias las llevaron a concluir que no
era un gobierno democrático sino autoritario, beneficia a élites económicas, y nada
sensible con la equidad de género. “Fuimos construyendo nuestras demandas de
respeto a los derechos de las mujeres, pero también respeto a los derechos y
las libertades públicas” reitera Blandón.
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La dictadura de Ortega-Murillo allanó en el 2008 las oficinas del Movimiento Autónomo de Mujeres |
Antes de abril 2018 ya enfrentaban persecución.
“Había denuncias contra el Movimiento Autónomo de Mujeres, contra
organizaciones feministas, nos bajaban de los buses, no nos dejaban utilizar
las camisetas, nuestros lemas, nos echaban a la policía, los antimotines, ponían
a las mujeres policías para que se enfrentaran con nosotras. Era como provocar
para ver si entrábamos en el pleito de violencia física con las policías, pero
nosotras estábamos claras que no íbamos a caer en esa trampa política” manifiesta
la activista feminista Ligia Torres.
A quienes trabajaban en el área rural se les
dificultaba la movilización política. “No les daban permiso a los
transportistas” explica Ligia. Estos obstáculos los encaraban en fechas
alegóricas para las mujeres organizadas, como el Día Internacional de las
Mujeres, el Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres, entre
otros.
Antes de la crisis sociopolítica, que se
evidenció en abril de 2018, las feministas venían realizando esfuerzos por
identificar ámbitos de coincidencia y de especificidades en el activismo de
adultas y jóvenes. “Había un debate respecto de las formas de activismo de las
jóvenes, quienes estaban proponiendo un activismo menos orgánico, menos
estructurado, más autoconvocado, menos circunscrito a las formas de
organización o participación”, declara María Teresa Blandón.
Pero la crisis evidenció la necesidad de reunir
esfuerzos, las viejas formas de organización se habían desestructurado, la
mayoría de organizaciones feministas prácticamente desaparecieron, se dio paso
a nuevas formas de organización y surgieron formas de solidaridad entre
feministas de distintas generaciones, que mostraban esa posibilidad. “Algunos
colectivos de jóvenes han optado por agendas como el auto cuido, cada vez más
importante en momentos de crisis y no intervenir directamente en algunas dimensiones
que son estrictamente políticas, de confrontación o denuncia directa del
régimen. Forma parte de las opciones que asumen en momentos de crisis, porque
cada colectivo o activista tendrá que evaluar los riesgos. Hay activistas
jóvenes que se han visto obligadas al exilio o a limitar su trabajo y su
activismo por la represión, la violencia. Ya fuera, a pesar de las dificultades
del exilio, han tenido la posibilidad de conjugar los temas que ya venían
trabajando como la denuncia de la represión que se vive en Nicaragua” añade
Blandón.
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Marcha del 08 de marzo del 2008, Movimiento Feminista de Nicaragua |
La diferencia de la participación de las
feministas con relación a otros sectores se determina “por las perspectivas que
las feministas jóvenes y adultas tienen de la crisis, para quienes hay una
combinación con problemas que vinculados directamente al autoritarismo, la
violación de derechos humanos por el régimen, el uso de la violencia para
reprimir a los y a las manifestantes, problemas de tipo estructural que afectan
a la sociedad, y particularmente a las mujeres, y sobre los cuales ya las
feministas venían poniendo la mirada” asegura Blandón.
Agrega que se trata de una conjugación de
problemas históricos, estructurales, que se agudizan a partir de la represión y
de la violencia del régimen. “Es una mirada más compleja, y por tanto es una
agenda que va más allá de denunciar al régimen Ortega-Murillo, plantea cambios
más profundos, más sistémicos en la sociedad nicaragüense”.
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Marcha del 08 de marzo del 2016 |
La participación ha sido clave para mantener la
agenda de las mujeres en pie, preservar visibles los derechos y analizar cómo
la dictadura trata de atravesar los cuerpos de las mujeres en la crisis
sociopolítica que vive el país, afirma Meylin.
La intervención de las feministas, según Peyote,
ha sido un gran paso para la participación ciudadana y para una nueva ola de
jóvenes. “Las protestas sin la participación feminista tendrían un gran hueco
porque el movimiento ha aportado a la creación de una nueva política, a que nos
comencemos a cuestionar temas, construir una Nicaragua libre de violencia
machista, con derechos para las mujeres. No puede haber una protesta cívica, ni
una reestructuración de las formas de hacer política si las feministas no están
incluidas”.
Han estado en todos los espacios y ámbitos. Universidades,
diálogo nacional, formación de una coordinadora ciudadana, crisis sociopolítica;
han apoyado al campesinado que marchaba para no ser despojado de sus tierras y
no se construyera el canal interoceánico. “La participación ha sido desde
muchos espacios políticos y sociales, se ha podido ver la presencia de
feministas en puestos de liderazgo, también la fuerza que tienen las organizaciones
feministas que han sido perseguidas y criminalizadas, y sus sedes han sido
cerradas”.
Opinión con la que concuerda Magaly Castillo,
quien dice que “fue clave que hubiera un movimiento organizado, plural,
diverso, que pudiera acompañar desde los distintos territorios la insurrección
pacífica”.
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En el 08 de marzo del 2015 la dictadura puso al frente de la represión a mujeres policías |
La participación política de las feministas,
según Isabel Román “sigue siendo coherente con su teoría y práctica. Se demanda
la liberación de las personas presas políticas sin exclusiones. Se conserva
como objetivo la unidad nacional como fundamental para salir de la crisis
política. Se continúa participando en la lucha por la justicia y la libertad, con
sectores diversos, aun cuando algunos no solo no comparten la programática
feminista, sino que la adversan y atacan”.
Complementa Isabel que la concurrencia feminista
“continúa en medio de la represión, de la retirada de las personerías
jurídicas, de la persecución permanente, apoyando y acompañando a mujeres que
viven violencia, denuncian injusticias y demandan derechos”.
Ligia Torres recuerda que las protestas les sorprendieron
porque estaban matando a jóvenes. Pero a nivel organizativo y movilizativo ya
tenían experiencia y capacidad de movilización. “Las feministas jóvenes estaban
de frente, enfrentando la dureza de la represión del gobierno, las más adultas estábamos
presentes, apoyando las marchas. Apoyamos a la iglesia católica porque teníamos
que ser coherente con el discurso, los sacerdotes dieron la cara y hasta
salvaron las vidas de jóvenes, no podíamos obviarlo ni invisibilizarlo.” Esto,
más allá de las diferencias ideológicas que tienen con las iglesias.
La coherencia que señala Ligia también se
refiere a la no violencia, un posicionamiento que las feministas han enarbolado
por años. “Por eso no podíamos ser indiferente con lo que sucedía en el país,
con la violencia de la dictadura” agrega.
¿Dónde estuvieron? ¿Qué hicieron?
Las agresiones físicas de fanáticos de la
dictadura también tuvieron como objetivo a las feministas. En el período más
duro de la crisis política, social y económica, Ana Quirós participó en las
movilizaciones de protesta por la quema de Indio Maíz y el desinterés del
gobierno para apagar el fuego, el 18 de abril en el centro comercial “Camino de
Oriente” fue golpeada, rajada su cabeza y fracturados dos dedos de su mano
izquierda. “Al día siguiente puse la denuncia de la acción contra mi persona en
el CENIDH. Inmediatamente participé, en la marcha hacia la Universidad Politécnica
(UPOLI)”.
Después participó en la movilización que
convocó la iglesia católica. También en numerosas marchas y movilizaciones como
la Marcha de Las Flores, la del 30 de mayo. “También participé en otro tipo de
acciones como tratar de organizarnos, promoviendo que los distintos actores nos
encontráramos, y pocos días después del 18 de abril, hice una gira a Costa Rica
para hablar con la vicepresidenta y ministra de Relaciones Exteriores Epsy
Campbell, para pedirle apoyo en la siguiente Asamblea de la OEA, junio 2018,
para que el tema de Nicaragua fuera abordado en el seno de la Asamblea de la
OEA” detalla Quirós.
Por su parte Magaly Castillo relata: “Éramos un
colectivo pequeño de chavalas, adolescentes y jóvenes, que a través del teatro
hacíamos espacio para incidir en la educación sexual y fue clave, nos
Autoconvocamos para manifestarnos, teníamos cercanía con otras porque siempre
participábamos en los espacios, eso ofrecía seguridad; también organizarse con
personas que nunca habían salido, en un contexto donde la vida está en peligro.
Eso te posibilita pensar un poco más en el objetivo de la actividad y definir algunas
estrategias de cuidado”.
Esta activista feminista en el exilio,
considera que la existencia de un movimiento de mujeres y feminista “propició
un escenario de resistencia pacífica, que pusiera el foco en las relaciones de
poder que había en los diferentes espacios y los diferentes grupos poblaciones
que se manifestaron; donde había presencia de mujeres había la noción que no
fueran espacios de violencia” continúa.
Para Magaly, el precedente de la violencia que
tienen las feministas “sirvió para hacer visibles actos de violencia contra las
mujeres, sobre todo aquellos que se dieron los primeros meses de la represión. Valió
también para documentar, visibilizar, la violencia contra mujeres que estaban
en resistencia, en un mismo grado de participación que los hombres, en primera
línea, en trincheras, organizando los grupos, llevando comida, asistiendo
gente, y definió cuál es el tipo de revolución, de escenario pacífico, que
queremos vivir en Nicaragua” agrega.
El uso del basta ya, nombrar a Ortega como asesino,
el uso de camisetas negras con el lema “Somos perseguidas políticas” fueron,
entre otras, parte de las acciones movilizativas que promovieron las feministas
antes de abril 2018.
En el marco de la crisis que dio inicio en
2018, las acciones fueron más visibles y la creatividad salió a flote. Intervinieron
en marchas, piquetes, pegaron calcomanías, escribieron y publicaron
pronunciamientos, algunos con mensajes específicos como el dirigido a las
madres para que no enviaran a la escuela a sus hijos e hijas, “porque no
teníamos un estado que tuviera la capacidad de cuidar o de prevenir, por el contrario,
era un Estado que había sacado las armas, que había dado la venia a los paramilitares
para matar y hacer lo que quisieran” tiene presente Ligia Torres.
Otro que rememora la feminista Torres es uno
“dirigido al Estado y al gobierno, para decirles que cesaran la violencia”. También
crearon canciones, hicieron pintas con sus demandas, haciendo visible la
violencia que en ese momento se daba.
Asimismo, algunas consignas propias fueron
retomadas y adecuadas por la sociedad. “Están matando al pueblo en la cara de
la gente” es una muestra de ello. El Patria Libre o Morir de los años 70 fue
resignificado por las feministas como una apuesta por la vida y se convirtió en
Patria libre y Vivir. En las marchas populares se masificó. Fue un cambio en el
imaginario de la ciudadanía que caló. Un gran salto, ya no era morir por la
patria, era una apuesta por la vida y desde ahí luchar para tener un país en
libertad.
“Estuvimos en todas partes. Protestando contra
las reformas a la seguridad social, protestando y organizando protestas contra
la inacción del gobierno ante la crisis de la Reserva Indio Maíz, en las
universidades de Managua, León, Estelí, Matagalpa, denunciando la violación a
la autonomía universitaria. Había feministas en la convocatoria a las marchas
multitudinarias desde abril del 2018 hasta septiembre del mismo año, que fue la
última marcha grande que pudimos realizar. También en todas las ciudades donde se
levantaron barricadas para contener las espantosas caravanas de la muerte, en
las barricadas defendiendo a su comunidad, apoyando a las y los jóvenes. Hubo
muchas feministas que hicieron trabajos de apoyo, de llevar agua, alimentos e
incluso de curar heridos cuando se desató la represión más feroz del régimen”
precisa Ma Teresa Blandón.
Así recuerda Ana Quirós cuando fueron a la
instalación del diálogo nacional: “Un pequeño grupo de feministas fuimos a
acompañar a nuestra representante para que ingresara y nos quedamos ahí en la
mera entrada del seminario, cuando entró el dictador y la dictadora, estábamos
enfrente y nos salió la voz no sé de dónde, pero justo quedaron enfrente
nuestro y les gritamos ¡dictadores! ¡asesinos! Y los tipos no se podían mover porque
tenían carros enfrente y carros atrás. Tuvieron que escucharnos”.
El 26 de noviembre de 2018 Ana fue expulsada de
Nicaragua después de meses de acoso, persecución y agresiones verbales. Acudió
a una cita de la Dirección Migración y Extranjería, pero no le permitieron el
ingreso de su representante legal. “Me leyeron una resolución que decía que me
quitaban la nacionalidad nicaragüense por tener doble nacionalidad, que excluye
a los países centroamericanos. Pregunté a la Asesora Legal de Migración si podría
decirme en qué geografía vio que Costa Rica no está en Centroamérica. La mujer
se puso colérica y me dijo cállese, usted no está aquí para preguntar”. Ana
salió de Nicaragua “enchachada” en un microbús, escoltada por unos catorce agentes
de policía armados con fusiles. Previamente le habían llevado al Chipote.
Las feministas han jugado un papel importante en
documentar la violación a los derechos humanos, denunciarlo a nivel nacional e
internacional y dar apoyo integral a las y los jóvenes, así como a personas
adultas víctimas directas de la represión, valora Blandón.
En cuanto a las violaciones a los derechos
humanos, particularmente la situación de las presas políticas, las feministas han
llevado adelante la denuncia internacional dada su experiencia. También han sido persistentes en denunciar la
situación que ha vivido y vive el país, así como las agresiones que han
enfrentado; y han trabajado con las personas exiliadas, particularmente en
Costa Rica, donde las y los nicaragüenses solicitantes de refugio son más de
180 mil personas, cifra que bien podría acercarse e las 230 mil personas si
anexamos a las y los exiliados en otros países.
Además de mantener en su agenda la crisis y sus
consecuencias, no han dejado “de poner el dedo en la llaga sobre los problemas
que veníamos denunciando, la violencia machista, los abusos sexuales, las
muertes maternas y la falta de atención a la salud sexual y reproductiva de las
mujeres, el tema de cómo impacta esta crisis política y económica en la vida de
las mujeres, entre otros aspectos, señala María Teresa.
La sociedad tiene claridad del trabajo y la
presencia de las feministas en los momentos más duros de la crisis
sociopolítica. “Pero también el gobierno sabe que para ellos somos un peligro
porque saben nuestra trayectoria y porque hasta el último momento las
feministas estuvimos presente” afirma Ligia Torres.
Enfrentaron violencia policial en las
instalaciones físicas de una de las organizaciones feministas. “Nos empujaron y
algunas compañeras salieron golpeadas. Ese fue para mí el último momento”
agrega Torres.
Como señala María Teresa Blandón, la crisis dejó
en evidencia la fuerza del movimiento feminista nicaragüense. Las feministas han
sido capaces de mantenerse articuladas. Pese a las diferencias, tienen
coincidencias que les han permitido resistir, defender la esperanza y
desarrollar la capacidad de propuesta. En palabras de Ana Quirós, han tenido
una participación muy activa en todos los ámbitos de la lucha.
No a la violencia, Sí a la democracia son
consignas que mantuvieron a la par de la ciudadanía, demandando un Estado
democrático y el cumplimiento de las leyes. “No van a poder sacar a las
feministas de Nicaragua, aunque estén cerrando todo. Somos muchas, estamos en
los barrios, las comunidades, los municipios, los departamentos y con eso no
van a poder” asegura Ligia Torres.
Algunos retos que se proponen
· Muchos
desafíos porque es muy grave la crisis y porque como toda crisis nos ha
desgastado
· Seguir
aunando a la construcción de una Nicaragua en democracia, equitativa
· Mantener
el activismo y la esperanza
· Seguir
promoviendo el trabajo organizado de las mujeres desde cada territorio
· Construir
una solución de los problemas estructurales. Apuntalar un cambio más allá del
régimen
· Influir
en la sociedad para que se comprenda que la discriminación, la inequidad, la
desigualdad entre hombres y mujeres, forma parte de la crisis que está viviendo
la sociedad
· Mantener
la agenda feminista en medio de la crisis: Persistir en la denuncia de la
violencia, continuar buscando espacios que reconozcan los derechos, como el
derecho a decidir sobre los cuerpos
· Luchar
contra la misoginia y promover la equidad de género en las
organizaciones civiles
· Impulsar
nuevas ideas para cambiar el pensamiento que las niñas pueden ser madres y que
las mujeres pueden ser abusadas
· Proseguir
con el auto-cuido
· Denunciar
siempre los abusos de poder
· Mantener
información en el movimiento de cómo están las feministas en cada territorio
· Seguir
acompañando a las mujeres en la demanda de sus derechos
· Luchar
contra el machismo, las ideas conservadoras y el fundamentalismo
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