Se
cumplieron 100 años del nacimiento del educador, filósofo y revolucionario
brasilero Paulo Freire. Su pensamiento sigue con vigencia, invitando a la
reflexión pedagógica y social en el mundo. Freire luchaba por “una educación
que nos enseñe a pensar y no por una educación que nos enseñe a obedecer”.
Fue
un convencido de la transformación social en el Brasil de mediados de la década
de los sesenta, cuando decidió iniciar en Angicos (Rio Grande do Norte) un
proceso de alfabetización de 300 corteros de caña en 40 horas de clase. Esa era
una tarea difícil que lo llevó a plantear un método que respondiera a este
contexto. Es así como partió del mundo que conocían sus estudiantes para
explorar el vocabulario y hacerlo cercano a ellos. No se trataba de concebir
que el educador transmitiera un saber (de arriba hacia abajo) a sujetos pasivos
que no se preguntaran lo que veían, sino de socializar ese conocimiento para
transformarlo durante el proceso de aprendizaje. Era un proceso de educación
que invitaba a pensar, criticar y crear.
Tras
el golpe militar en Brasil, Freire fue encarcelado y obligado a exiliarse. Su
recorrido por distintos contextos nutrió sus reflexiones en términos no solo de
alfabetización, sino de la pedagogía en general. Se radicó en Chile,
donde trabajó en programas de educación para adultos, impulsados desde el Instituto
Chileno para la Reforma Agraria. Previo a los años de la llegada a la
presidencia de Salvador Allende, escribió Pedagogía del Oprimido,
la cuál sería su obra celebre. En este texto sintetizó su diálogo con el
marxismo, partiendo de la idea de clases y la relación entre colonizador y
colonizados. Asimismo, sirvió como fundamento para la pedagogía crítica.
La
práctica bancaria de la educación
En Pedagogía
del oprimido, Freire hizo una crítica a la educación tradicional de los
opresores (la cual que llamó “educación bancaria”). En dicho tipo de educación,
el maestro es el sujeto de la educación y el educando es el receptor que recibe
todos los contenidos de la sabiduría. La tarea del maestro es llenar a los
educandos con los contenidos de sus conocimientos. El buen educador es el que
mejor vaya llenando los recipientes en los depósitos de los estudiantes. Y será
el mejor educando el que se deje llenar dócilmente los recipientes y los
aprenda con mucha memorización. Esta educación sirve a la clase dominante y
deja a los oprimidos en la oscuridad.
Pero
Freire no se limitó a la crítica del sistema educativo imperante, sino que
propuso una nueva educación que debía dar más importancia a los educandos en el
proceso enseñanza-aprendizaje. Los educandos deberían convertirse en
educandos-educadores, y los educadores en educadores-educandos. Este principio
concebía toda una nueva dinámica educativa, pues los educadores no son
mensajeros de los opresores sino ejercen una “educación problematizadora”, con
actos permanentes de descubrimiento de la realidad.
A
partir de esas reflexiones, Freire planteó un reto no solo para la educación
sino para todos los ámbitos de la vida. Desde aquel tiempo, le habló a la
realidad desigual de toda Nuestra América y también le habló a la Colombia de
hoy, donde menos del 40 % de la población tiene el privilegio de acceder a la
educación universitaria. Afirmó que:
“Cada vez nos convencemos más de la necesidad de que los verdaderos revolucionarios reconozcan en la revolución un acto de amor, en tanto es un acto creador y humanizador. Para nosotros, la revolución que no se hace sin una teoría de la revolución y por tanto sin conciencia, no tiene en ésta algo irreconciliable con el amor. Por el contrario, la revolución que es hecha por los hombres es hecha en nombre de su humanización”.
Reflexión
sobre la práctica
Freire
comprendió muy bien cuando Marx señaló que “los filósofos no han hecho más que
interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de
transformarlo.” Es desde allí, Freire planteó que la pedagogía no es otra cosa
que praxis. Esta praxis consiste, ante todo, en una reflexión acerca de la
práctica y del contexto desde unas opciones emancipadoras, para favorecer la
construcción de un sujeto social protagónico que toma sus particularidades de
acuerdo con contextos muy definidos y con historias de sus colectividades.
La
pedagogía crítica de Freire tiene como fin la liberación de las y los
oprimidos, porque es una apuesta ética y política sustentada por fines de reconocimiento,
empoderamiento y democracia de los sujetos que se reconocen desde sus
diferencias y desigualdades en condiciones de género, clase, etnia, sexo y en
condiciones de subalternidad.
La
lectura de Paulo Freire sigue siendo necesaria no solo en los campos educativos
o ligados a la pedagogía, sino para la vida misma. Es indispensable para
quienes concebimos un mundo sin cadenas de opresión y ni explotación. Un mundo
para todas las personas sin brechas de desigualdad, un mundo en donde la vida
digna y el bienestar sean la bandera.
Texto original publicado en Colombia Informa
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