Texto por:Alba Alemán / Movimiento Migrante Mesoamericano
Fotos de : @RubenFigueroaDH
En los últimos meses
el flujo migratorio ha incrementado en la frontera sur de México, las mujeres y
niñas migrantes representan un número importante de éste crecimiento
exponencial; sus razones son variadas, la migración femenina aún choca a menudo,
con la censura, las leyes patriarcales o la falta de diversidad o de igualdad
en los países de origen y desafortunadamente no cambia mucho en el trayecto a
su nuevo destino.
El Movimiento Migrante
Mesoamericano ha documentado en las últimas fechas las vivencias de mujeres y
niñas que caminan sobre las vías del tren, entre bosques y selvas, en grupo o a
veces solas con sus hijos e hijas, las mujeres se van quedando rezagadas en los
pueblos por donde atraviesa la ruta migratoria, descansa y esperan a otros
grupos para poder seguir su camino, la mayoría son personas que no conocen,
siendo el temor a sufrir violencia de género su mayor miedo.
El objetivo de estas
mujeres y niñas es buscar mejores condiciones de vida; escapar de situaciones
de violencia familiar y comunitaria; reunirse con su familia y encontrar un
empleo que les permita apoyar económicamente a sus hijos, la mayoría de ellas
ya son víctimas desde sus países de origen.
En el trayecto hemos conocido a Amanda, que migro por temas de violencia machista, a Ana que camina sola y de vez en cuando se añade a algún grupo de hombres que le permiten atravesar zonas más peligrosas, a Magdalena y Karen dos hermanas que migran con sus hijos.
Estas mujeres han buscado maneras de migrar y no exponerse, a diferencia de los
hombres que también se encuentran en tránsito irregular, ellas se enfrentadas a
situaciones de violencia, trata y tráfico de personas, secuestros, abusos
sexuales y discriminación.
Hace cincuenta años,
en 1970, la mujer solo representaba el 2% (Según ONU Mujeres) de todas las migraciones
a nivel mundial. Hoy, las mujeres migrantes en America Latina representan el 51
por ciento del total de personas en tránsito irregular.
En el tiempo en el que
este cambio se ha sucedido, estábamos acostumbrados a un fenómeno de migración
paulatina, donde el hombre migraba antes y, una vez establecido, viajaban al
país de destino la mujer, los hijos o el resto de la familia. Hoy, esto también
ha cambiado: las mujeres tampoco ven posibilidades de una vida digna en el país
de origen, y deciden no esperar, sino marcharse en busca de nuevas
oportunidades.
Es habitual hablar de
migrantes como una categoría uniforme, pero la migración femenina demuestra que
esto no es real. La perspectiva del género es, quizá, mucho más importante de
lo que habíamos imaginado y ayuda a buscar procesos migratorios más justos en
la migración femenina, y también en la masculina, pero hombres y mujeres no
enfrentan siempre los mismos problemas ni las mismas causas de migración.
Cada mujer que decide
o es forzada abandonar su tierra de origen tiene una historia, razones por las
que migrar, algunas tan básicas como no perder la vida, sus historias se
prolongan sobre las vías del tren, pero otras no lo gran llegar a su destino.
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